jueves, diciembre 16, 2021

¿Puede la policía de Cancún retener tu licencia de tránsito?

La historia de un grupo de turistas extorsionados por la policía de tránsito de Quintana Roo y una aclaración necesaria sobre la facultad que tiene la policía de Cancún/Quintana Roo para retener su licencia de tránsito.

Transit

Transit, by Eduardo Meza Soto, bajo licencia de Creative Commons


Primero lo primero: La Riviera Maya es uno de los lugares más hermosos del planeta. Ofrece tal vez la mejor combinación de maravillas naturales, joyas arqueológicas e infraestructura hotelera que uno pueda encontrar en cualquier destino turístico (comparable solo con las Cícladas Griegas, supongo). Los y las locales son gente muy amigable y generosa, de ese tipo de gente que entiende la hospitalidad no solo como una industria (aunque se trata de la gran industria de Quintana Roo) sino como una forma de abordar la relación con el otro: Con el desconocido que está de paso.

 

Es por eso que esta historia que voy a contar (que a juzgar por las noticias le ocurre con mucha frecuencia a los turistas que visitan la Riviera maya) es particularmente decepcionante: Es como una gran nube negra que se posa sobre el paraíso de Quintana Roo. 90,1% de los encuestados por el Instituto Mexicano de Estadística y Geografía (INEGI) en 2019 cree que los actos de corrupción en la policía de Quintana Roo son frecuentes o muy frecuentes. Se trata de un secreto a voces: los agentes de la policía de tránsito han urdido una especie de modus operandi para sacarle unos cuantos pesos a los turistas que circulan por las carreteras mexicanas. 


 

 

El Primer Encuentro con la Policía de Tránsito


 

Ocurrió este septiembre de 2021, cuando la pandemia ya parecía aliviarse. El plan era aterrizar en Cancún junto a una pareja de amigos, alquilar un carro y hacer un pequeño roadtrip en la península de Yucatán. El primer destino era Tulum y luego volveríamos a la zona hotelera de Cancún pasando por Playa del Carmen.

 

Cuando llegamos a Playa del Carmen, decidimos ir a comer a los Aguachiles (una taquería tradicional con varias sucursales que recomiendo encarecidamente) de manera que tomamos la Carretera Federal 307 desde el hotel hasta el centro de la ciudad. A escasos 15 minutos del hotel, notamos las luces de un carro de policía de tránsito que nos pedía que paráramos a un lado de la carretera.  

 

Una vez estacionados, se nos acercan tres policías. Uno de ellos se acerca por la derecha y nos pide la licencia de conducción. Manejaba Anna, una amiga Alemana. Con la licencia de Anna en sus manos, nos dice que la razón por la que nos había parado es porque habíamos pasado un semáforo en rojo. 

 

Sin titubear, le dije al policía que debía tratarse de un error. Claramente no nos habíamos pasado el semáforo en rojo. Anna nunca había manejado fuera de Alemania y por eso iba a una velocidad irritantemente lenta y tomaba precauciones realmente exageradas. La idea de que se había pasado un semáforo en rojo era realmente ridícula.

 

El policía de la derecha le hizo un gesto al policía que se había aproximado por la izquierda, quien nos mostró una foto de lo que parecía nuestro carro cruzando la calle mientras el semáforo estaba en rojo.  En retrospectiva, caímos en cuenta de lo siguiente: El carro que habíamos alquilado era el prototípico carro de alquiler en Cancún. Cuando fuimos a buscarlo a Alamo, había por lo menos una flota de 20 carros idénticos, de manera que no sería extraño que la foto que nos mostraron sea la foto de uno de esos clones.


 

En ese momento, sin embargo, nos quedamos sin argumentos. Esa foto era la prueba reina de que la cuidadosa Anna efectivamente se había volado el semáforo. Al ver nuestras caras de rendición, el policía de la derecha nos explica que la multa por esta infracción equivale a más o menos 19 mil pesos mexicanos (aproximadamente 800 euros) y que en estos casos, dado que somos extranjeros, la policía tiene la facultad de retener nuestra licencia de conducción o la placa del carro para garantizar el pago de la multa.

 

Esta fue la primera bandera roja. No hay que ser un abogado muy experimentado para intuir que el Derecho de un país civilizado no le conferiría autoridad a un policía de tránsito para retener licencias de conducción por infracciones tan leves como pasarse un semáforo en rojo.  Mi abogado interno reaccionó inmediatamente y le dije al policía que retener una licencia extranjera por semejante nimiedad sería realmente desmesurado. Que el Derecho Mexicano seguramente no lo permitiría.

 

Los tres policías elevaron el tono y desde la derecha uno de ellos citó el artículo 7 de yo-no-se-qué ley: 


 

-Sí está permitido de acuerdo con el artículo 7 de la ley (inserte un número ininteligible aquí) de no-se-qué año”- dijo el oficial en tono seguro y casi amistoso.


 

Juan Pablo (el novio de Anna) parecía un manojo de nervios. Algunas horas después nos confesó que se sentía responsable por la licencia de Anna, que no iba a permitir que se la llevaran.  Esta angustia era hábilmente exacerbada por los policías, que nos recordaban una y otra vez que tendríamos que ir hasta la estación de policía al día siguiente a pagar la multa y a reclamar la licencia, haciendo que el trámite en cuestión sonara extremadamente dispendioso para un cuarteto de amigos de vacaciones. Es claro que esa no era la primera vez que estos señores policías acudían a esta puesta en escena. Nos hablaban siempre en clave, usando las palabras precisas. Dejaban en claro que todo esto era una suerte de negociación y que nos querían ayudar, pero nunca cruzaron la línea semántica que habría puesto en evidencia que la interacción se trataba realmente de una suerte de extorsión.


 

-Y qué tal si pagamos la multa en este momento- preguntó Juan Pablo con cara de desesperado.


-¿Y Usted carga todo ese dinero, contra-preguntó el oficial? 

 

 

Juan Pablo sacó su billetera y les dijo que tenía solo el equivalente a 40 Euros en pesos mexicanos. Que desafortunadamente no tenía más, pero que prefería “pagar la multa” de inmediato para evitar la retención de la licencia. Supongo que no tuvo más remedio que darles lo que tenía en la billetera, porque tuvo que abrirla bajo la mirada atenta de los tres extorsionistas en uniforme de policía.

 

Así transcurrió este primer encuentro con la policía de tránsito mexicana. Anna no perdió su licencia pero Juan había tenido que sobornar a los policías para que nos dejaran ir en paz.


 

-Es que los jefes  nos piden que “molestemos” a los turistas en esta carretera  -dijo el policía numero tres antes de irnos -Para la próxima sigan todas las señales de tránsito con cuidado, agregó como en tono de disculpa.


 

 

¿Pueden quitarle su licencia? ¿Qué dice la ley Mexicana?

 


Al llegar al restaurante todavía no podía creer lo que nos había pasado. Tenía en el pecho una amarga mezcla entre rabia e impotencia. Me parecía (me parece) que Latinoamérica se merece algo mejor que ser esta esquina del mundo en la que la corrupción es tan grotesca y rampante que las personas cuyo trabajo es mantenernos a salvo hacen exactamente lo opuesto. Esa extraña congoja latinoamericana y mi orgullo de abogado herido me impidieron disfrutar los tacos.  

 

Estaba realmente obsesionado con el intríngulis jurídico de este suceso: Tenía la convicción de que la ley mexicana no podía ser tan obtusa como para otorgarle semejante nivel de discrecionalidad a los policías de tránsito, que en general tienen la reputación de ser el cuerpo policial más corrupto en todas las esquinas del continente. Si bien hay tipos de corrupción de cuello blanco que pueden ser mucho más onerosos en términos económicos, la corrupción policial en Latinoamérica es una suerte de corrupción al menudeo que tiene la vocación de aparecer con mucha más frecuencia en el día a día del ciudadano promedio, minando su confianza en la fuerza pública.

 

Pero antes de pasar al resultado de esta pequeña pesquisa que hice sobre el derecho de tránsito mexicano mientras mis compañeros de viaje se comían sus tacos, tengo que  hacer la siguiente salvedad:  Yo no soy abogado Mexicano. Nada en este relato constituye consejo o recomendación alguna en materia de Derecho Mexicano. Lo que sigue es una revisión de algunas fuentes de derecho relevantes para este caso hechas por un lego.

 

La primera conclusión de la pesquisa es esta: En efecto, parece que la ley de tránsito Mexicana le concede un alto nivel de discrecionalidad a los policías de tránsito para retener licencias o placas de vehículos.  A manera de ejemplo, el artículo 178 del Reglamento de tránsito del Municipio de Benito Juarez, Quintana Roo:

 

 

Tratándose de vehículos con placas de circulación de otros países, entidades federativas o del Estado de Quintana Roo, los policías de tránsito podrán retener al infractor como garantía del pago sobre las infracciones cometidas al presente Reglamento, considerando el orden siguiente de acuerdo a lo que tenga disponible: 

 

I.- La licencia para conducir o permiso provisional para conducir vigente, según sea el caso;

II.- La tarjeta de circulación;

III.- Las placas de circulación, y en caso, cuando el vehículo se encuentre estacionado en lugar prohibido, y no se encuentre el conductor o el propietario del vehículo o estando presentes, uno u otro, no muevan voluntariamente el vehículo; y

IV.- El vehículo.”

 

 

Increíble pero cierto.  Es posible que haya algún tipo de compendio de buenas prácticas que le ponga algún límite a esta desbordada discrecionalidad, pero un vistazo rápido a los reglamentos de tránsito que rigen en la Riviera Maya indica que una versión de este artículo 178 está presente en los reglamentos de muchos municipios, de manera que los policías de tránsito en todo el estado son desmesuradamente poderosos.

 

Es difícil entender la teleología de esta regla: ¿Por qué darle la facultad de retener licencias de tránsito  a los policías incluso en tratándose de infracciones muy leves en las que no hay daños a terceros? ¿Todo esto por volarse un semáforo?

 

Me reservaré las especulaciones teleológicas (insisto: no soy abogado Mexicano) pero voy a pasar a las buenas noticias.  Parece que el Reglamento de Tránsito del Estado de Quintana Roo le pone una suerte de contrapeso a esta discreción policial mediante el artículo 241:


 

Se establece en el Estado; la Boleta de Infracción de Cortesía que la Dirección de Tránsito, en su jurisdicción respectiva aplicará exclusivamente a los Turistas que infrinjan el Reglamento de Tránsito. La Boleta de Infracción de Cortesía no implica costo alguno al que se impone, siendo su objetivo señalar la violación cometida y exhortar a conducir cumpliendo con las reglas de Tránsito. La Sanción de Cortesía es aplicada hasta en dos ocasiones al mismo vehículo y/o conductor y no procede en los casos de actos y omisiones graves contrarios a lo que dispone el presente Reglamento. 

 

 


Así las cosas, resulta que los turistas en todo el estado de Quintana Roo tienen hasta dos strikes. Puede uno infringir el reglamento de forma leve hasta dos veces sin que haya lugar a una boleta de infracción que implique una multa.  Esto, a su vez, implica que los policías de tránsito no pueden retener su licencia de tránsito como garantía del pago de multa alguna hasta que usted no se haya gastado sus dos primeros strikes.

 

Debo decir que llegué a este descubrimiento mientras mis compañeros de viaje disfrutaban los tacos de los Aguachiles y se quejaban de mi ausencia. Estaba absorto en mi celular, leyendo reglamentos de tránsito.  Este foro de TripAdvisor fué muy útil.


 

-Ya déjalo así, me decía Ola, seguro que no nos volverá a pasar-


 

Me comí los tacos y salí de Los Aguachiles con el pecho henchido. Secretamente deseaba que nos volvieran a parar en el camino al hotel. 

  

 

El Segundo Encuentro con La Policía de Tránsito

 

 

Aunque estaba ansioso por usar mis nuevos conocimientos, también estaba relativamente convencido de que la probabilidad de que nos volvieran a parar era muy baja.  Eran más o menos las 9 de la noche y la carretera de regreso estaba relativamente vacía.

 

Todo esto hasta que Ola, que iba manejando, hizo una derecha relativamente agresiva para encontrar la calle que nos llevaba al hotel. Dos minutos después, llenos de incredulidad, vimos las luces azul-y-rojo de la policía en el espejo retrovisor.

 

Esta vez ni siquiera se tomaron el trabajo de mostrarnos una foto. El policía, un gordo con cara de pocos amigos, se bajó del carro gritando algo como:


 

-Ustedes tenían que seguir derecho y lo saben, no pueden cruzar a la derecha en ese punto, tenían que seguir derecho.


 

A lo que yo respondí:


 

-Señor agente, esto no parece una infracción. ¿Me puede explicar qué tipo de infracción cometimos?


 

Acto seguido, el policía le pidió la licencia de tránsito a Ola y sin mediar una nueva explicación, explicó que se disponía a escribirnos una boleta de infracción y a retener la licencia de conducción de la conductora.


 

- No creo que hayamos cometido ninguna infracción – le dije - pero no voy a discutir con usted, señor agente. Esta es nuestra primera infracción, de manera que escríbanos nuestra boleta de cortesía y nos pondremos en camino.

 

-¿Boleta de cortesía? – preguntó el policía en tono intimidante –Yo no soy adivino. ¿Cómo voy a saber si esta es su primera o segunda infracción? 


 

Confieso que no me esperaba esta respuesta y especialmente no en ese tono. Fue en ese momento, en la oscuridad de la noche y a merced de un hombre-cerdo armado, en el que entendí el famoso video viral que circula en internet en el que un mexicano que cae en un retén de la policía de tránsito empieza a repetir ad nauseam: Tengo Miedo. Tengo Miedo. Tengo Medio.  





 

Por un segundo me vi tentado a ponerme en la penosa tarea de informar a un agente de policía sobre la existencia del principio de presunción de inocencia, pero me contuve.  No creía que este hombre-cerdo desconociera dicho principio rector de los estados de derecho y cómo es que este le impide presumir que ya habíamos cometido otras infracciones sin evidencia alguna. Lo habrá visto en alguna película, por lo menos.

 

De manera que me guardé las leguleyadas y con cierto tono de rabia le dije lo siguiente:


 

-Muy bien, entonces por favor retenga las placas del vehículo, nosotros seguiremos de camino al hotel y revisaremos el tema con la aseguradora.

 

-Pues bájese a quitar las placas del vehículo usted, no soy su sirviente- respondió en tono despectivo el hombre-cerdo.


 

 

A lo que yo respondí, subiendo el tono, con este bluff:

 


-Mire señor agente, ya esta tarde tuvimos otro problemita de este tipo, así que yo sé como funciona esto, de manera que si quiere llevarse la licencia, por favor llévesela.

 

-¿Qué tipo de problemita?-me preguntó-¿Qué pasó esta tarde?

 

-Un problemita señor agente, un problemita parecido – le contesté – No se preocupe, llévese la licencia.

 

-Usted me tiene que decir qué problemita –

 

-No se preocupe, señor agente – insití con vehemencia- es nuestro problema, llévese la licencia.

 


Acá es importante decir lo obvio: Habría sido realmente estúpido conceder que Juan Pablo (aunque no estuviera al volante) había sobornado a un agente de la policía algunas horas antes o incluso que ya nos habían parado en otra ocasión.  Todo lo que hubiera dicho habría sido usado en mi contra. No creo que mi bluff haya sido extremadamente inteligente, pero estoy casi seguro de que ellos se meterían en muchos problemas si realmente retuvieran una licencia de tránsito sin haberle escrito boletos de cortesía a su dueño. Tal vez la forma correcta de pensar en esta situación pasa por entender que son ellos los que están intentando un gran bluff. No están realmente dispuestos a llevarse su licencia.


 

El hombre-cerdo se paseaba entre su carro de policía y la ventana del conductor, como haciendo teatro. Regresó a tratar de intimidarnos otra vez y al ver que no lo lograba se fue al carro de policía una vez más y regresó para decir en tono retador:


 

-Bueno, acá está su licencia, usted normalmente me tiene qué decir cual fue su problema si yo le pregunto, pero en este caso lo voy a dejar ir.  Pero eso sí: Mucho cuidado con lo que dice sobre lo que pasó en la tarde, porque si usted me hubiera dicho cualquier cosa imprudente puedo capturarlo inmediatamente en flagrancia.

 

 

Y así, con cuidado, encendimos el motor y nos fuimos. Victoriosos, pero con el pecho lleno de rabia y miedo.

 

Pero aparte de la rabia y el miedo que generan este tipo de episodios, es muy doloroso que en Latinoamérica no hayamos encontrado la forma de darle a nuestra fuerza pública la dignidad que necesita. Es tristísimo que nos hayamos resignado a que las mismas personas que están llamadas a cuidarnos sean las que se dediquen a urdir estratagemas para extorsionarnos.  Ningún turista o visitante extranjero se siente cómodo con estas historias, que aunadas con las historias recientes sobre vendettas de carteles en Cancún, podrían ser muy perniciosas para el influjo de turistas.  Parece que ya hay algunos intentos de resolver el problema, pero está claro que la administración de Quintana Roo está en mora de poner en marcha un plan que efectivamente ponga bajo control este tipo de delincuencia que se ha tomado la policía de tránsito (aunque creo, tal vez ingenuamente, que no todos los agentes de tránsito de Quintana Roo son corruptos).  Estoy seguro de que es un problema muy difícil de resolver, pero también estoy convencido de que los latinoamericanos no estamos condenados a este tipo de corrupción tan vulgar y descarada. Podemos imaginar una fuerza pública que sea realmente eso: pública.

 

 

¿Qué hacer en caso de que lo amenacen con retener su licencia?

 

 

El propósito de este relato no es ayudar a nadie a evadir las consecuencias de sus infracciones de tránsito, de manera que la primera recomendación que le daría a cualquier turista que visite la Rivera Maya es que respete las normas y señales de tránsito con mucho celo. Esa es, aunque suene obvia, mi primera recomendación.

 

Sin embargo, quiero terminar con una lista de sugerencias para los cibernautas que se vean envueltos en una situación como la que he descrito líneas más arriba:

 

1.    Mantenga la calma y la compostura. El reglamento de tránsito de Quintana Roo (Artículo 260) faculta a los agentes de tránsito a ponerlo(a) a disposición de las autoridades competentes en caso de que usted los insulte o agreda físicamente.  Incluso si usan un tono descortés, mi recomendación es que usted siempre se refiera a ellos como señor agente o señor oficial. Cualquier cosa que suene a insulto lo podría poner en aprietos peores.

2.    No haga ningún tipo de comentario o insinuación sobre la posibilidad de un soborno o el pago de una “mordida”. Si usted hace sugerencias o comentarios explícitos sobre este tema, podría estar cometiendo un delito y agravando su situación.

3.    No se baje del automóvil.

4.    No hable mucho. En lo posible, limítese a responder a las preguntas de los policías sin dar mucho detalle. Todo lo que diga puede ser usado en su contra.

5.    Insista en que le escriban un boleto de cortesía en cumplimiento del artículo 241 del reglamento de tránsito de Quintana Roo. Insista en esto respetuosa pero incesantemente. 

6.    Repita la recomendación número 5 hasta que lo dejen tranquilo.

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