lunes, abril 04, 2011

Tuitádas


Twitter Analog Camping Edition (Page 1)

Versión original publicada en la extinta Revista Claroscuro.


Mi primer problema con Twitter es casi de orden semántico. Si uno agrega a alguien a su lista de contactos en Flickr, por ejemplo, puede escoger entre llamarlo “amigo”, “familiar” o simplemente eso: “contacto”. A Zuckerberg, por otro lado, se le ocurrió que todas las personas que los usuarios de Facebook incluyan en -sus listas- se llamarían amigos. Y aunque no todas las personas en mi lista de Facebook son mis amigos (y aunque no quisiera que se me considerara amigo de más de uno en ese listado) nada supera el escozor que me causa la posibilidad de que alguien me pueda llamar "su seguidor".

¿Seguidor? A juzgar por esa palabrita, uno pensaría que estos señores (@jack, @biz y @ev) que se inventaron Twitter en el 2006 tenían en mente fundar una religión y resultaron fundando, por accidente, la red social más exitosa desde Facebook.

Y lo cierto es que Twitter es casi eso: Una suerte de religión que cambia de deidad con cierta frecuencia. Hace algún tiempo el olimpo Twittero era propiedad casi exclusiva de Ashton Kutcher y su señora, la señora de Kutcher (@mrskutcher, alguna vez conocida como Demi Moore) y entre ellos se mandaban twittazos muy tiernos y divertidos. Por estos días Twitter parece una religión a la medida de Lady Gaga y sus “Little Monsters” (el apelativo que ¿la cantante? usa para referirse a sus –fanes-) y de el bi-polar, bi-winner y bi-incoherent Charlie Sheen, que desde hace tiempo está jugando a ser el rockstar que los verdaderos rockstars de este momento histórico no se atreven a encarnar. -Seguirlo- a él tiene su encanto morboso, pero la mayoría de las veces, como en la vida real, resulta ininteligible. Los tweets de Charlie están llenos de abreviaturas, de palabras extrañas, de genialidades al estilo:




Para las supercelebridades, o para las celebridades de "talla mundial", como dirían los comentaristas de fútbol, Twitter es una opción perfecta porque les permite controlar el tipo de información que comparten de una forma más efectiva que Facebook. En Twitter pueden tener muchos -seguidores- e informarlos de lo que acontece en sus vidas privadas, en sus carreras, sobre lanzamientos de nuevos albumes, conciertos, libros o películas, sin necesidad de añadirlos recíprocamente a sus propias listas de -contactos- y con un control absoluto sobre lo que se comparte a través de su timeline.


Pero bástenos, para los propósitos de este texto, ese repaso rápido de la twittósfera internacional, porque lo que realmente nos interesa es lo que ocurre acá en las cercanías. De este lado del mundo también tenemos tuitádas. En la twittósfera Colombiana tenemos a un expresidente más activo en las redes sociales que Barack Obama, un pésimo fake (como se les dice en twitter a los perfiles falsos) de Joseph Göebbels (@joseobdulio), unos primeros damitos muy simpáticos y hablantinosos (@MartinSantosR, @tomasuribeEco) y un séquito, un gran séquito de bobos que viven desdeñando de su exmajestad.

En efecto, al Twittero Colombiano promedio le parece que lo más cool, que lo más chic, que lo más inteligente es ser Anti-uribista. Es la pose más exitosa. Y con esto recuerdo lo que dijo alguna vez el honorable señor JJ Rendón (escribo honorable para evitar las ya tan conocidas amenazas litigiosas que llegan cuando uno hiere las susceptibilidades de su majestad rumorológica) cuando decía, sobre la ventaja de Antanas Mockus en las encuestas presidenciales del año pasado, que estas habían sido el equivalente a preguntarle a un grupo de vegetarianos sobre sus preferencias alimenticias. Si la política en Colombia se hiciera primordialmente por Twitter, no habríamos tenido a Alvaro Uribe como presidente y probablemente Daniel Samper Ospina realmente estaría por convertirse en el próximo alcalde de Bogotá. Colombia en Twitter es progresista, anti-tauromáquica, muy tolerante con la diversidad racial y sexual y terriblemente cool e ingeniosa. Es una Colombia perfecta.

O no: Tal vez no es tan perfecta, porque entre tanto talante progresista los usuarios de Twitter aprovechan el acceso directo que la red social les provee a los oídos de sus -celebridades- para espetarles, con la valentía que les permite su lejano teclado, cosas tan inteligentes y tan agudas como: “Mátese” o tan originales como:





Y es que uno de los mandamientos de esta nueva religión es ser así muy varoncito, muy rebelde, muy hablantinoso, muy sarcástico.* Y por eso entre twitteros Colombianos y un par de marcas afines a la red social organizaron un concurso en el que eligieron al Twittero del año y resulta que el ganador fué Vladdo (o mejor dicho: a @vladdo, porque gracias a Twitter la gente ahora se llama @así). Y lo escogieron con toda razón, porque últimamente Vladdo se ha convertido en la encarnación de la rebeldía hablantinosa y bobalicona que Twitter propicia. El caso de Vladdo es interesantísimo porque prueba la veracidad de la sabiduría popular que indica que cuando te creen un genio debes guardar silencio, mucho silencio estratégico. A Vladimir Flórez lo admiran muchas personas porque es el creador de Aleida, una de las caricaturas más influyentes de la historia de Colombia y porque es sin duda un caricaturista talentoso que no le teme a poner algunos puntos sobre las íes. Sin embargo, sus recientes sesiones de insultos con Alvaro Uribe y toda su estirpe son vergonzosos. Hace algunos días publicó en su blog, casi con orgullo, una serie de mensajes que intercambió con Tomás Uribe a través de Twitter en la que respondió a algunas provocaciones del hijo mayor del ex-presidente, diciendo que los colores de la bandera gay eran más "lindos" que los de la bandera de corrupción que ondea la familia Uribe. Agregó, además, que entendía la estrechez mental de los hermanos Uribe dada la formación que habían recibido de su padre, entre otros insultos, más propios de esas viejas chismosas que se plantan en las calles de algunos pueblos costeños a insultarse solo por el placer de insultarse, que de el caricaturista más respetado y admirado de Colombia.

Yo creo en el talante librepensador de Vladdo y confío en que si lee estas líneas no las entenderá como un insulto o como una reacción de un furibista más. Twitter (alguien tenía que decirlo) le ha caído muy mal. Un tipo que puede, con un dibujito y una viñeta, poner a temblar a la fauna política Colombiana, un tipo que dibuja todas esas cosas tan divertidas, no debería rebajarse al insulto tontarrón, a la palabrería. Lo de Vladdo son las caricaturas, y con ellas puede insultar con elegancia, acusar con estilo, burlarse sin injuriar. Uno de sus dibujitos puede poner en evidencia y en mayores aprietos a cualquier político que mil y un tweets como los que acostumbra. (Este en el que compara a Ernesto Yamhure con una mula, en un chiste sin gracia, es particularmente desafortunado). 

No me interesa hacer el papel de juez del comportamiento Twittero, creo que todos cometemos nuestros excesos a través de Twitter (el nuevo mandamiento debería ser: "Don't drink and tweet") y que siempre se puede hacer click en "unfollow", pero el problema es que Twitter ha convertido a Vladdo en uno de esos personajes que parecen ganarse la vida insultando a Alvaro Uribe Vélez y a toda su estirpe. Y sabemos que los insultos pierden la gracia rápidamente si se reiteran, y que el mayor pecado en Twitter es precisamente ese: perder la gracia. Esos episodios de insultos públicos hacen ver muy mal a Tomás Uribe pero primordialmente, hacen ver muy mal a Vladdo, porque en ellos solo hay descalificaciones personales, acusaciones de corrupción sin mucho fundamento, nada nuevo. Si personajes como Armando Benedetti no proponen nada porque viven de asentir y celebrar lo que haga Alvaro Uribe, un vistazo a Twitter nos hace pensar que hay otros personajes que viven su vida por oposición a Uribe. Todo lo que diga o haga Uribe, su familia, sus copartidarios, sus amigos, es satanizado. Todo lo que tenga un tufillo a apoyo hacia lo que Uribe representa es inmediatamente descalificado como reacción "furibista".

Y así, resulta que Vladdo y otros cuantos han pasado a unirse al grupo de Daniel Coronel, que es el grupo de los peores interlocutores de Álvaro Uribe Vélez. Hace algún tiempo cuando Uribe era presidente, eran necesarios, pero ahora se dedican a insultar a Uribe y a responder a sus insultos escribiendo columnas casi ridículas en las que exponen todos sus méritos, su hoja de vida intachable, en las que resaltan la responsabilidad con la que ejercen la "tarea periodística". Pasan de ser el periodista a ser la noticia. 

Yo no soy Uribista, debo aclarar para no levantar suspicacias, pero creo que esta obsesión, esta furia Antiuribista es igual de tonta e innecesaria que la Furibista. Insultar a la familia Uribe (o a cualquier otra familia) de tanto en tanto no es precisamente la actitud que se espera de alguien que se haga llamar progresista, y abusar de Twitter publicando ocurrencias tontas sobre la "uribersidad" fué divertido las dos o tres primeras horas. Después fue un exceso ridículo.

Algo de razón debe tener Tomás Uribe cuando dice que ciertos personajes deben ir a terapia, a una terapia que les permita sobrellevar cierto estrés postraumático, o tal vez cierto estrés Post-uribista. Un especialista debería enseñarles como se construye una identidad ya no por oposición a Uribe sino una verdadera identidad individual, a ver si algún día dejan atrás los insultos y se dedican a lo que saben y deben hacer: informar.

La Colombia Twittera es así. Tal vez el vívido reflejo de que nuestra política y la agenda de los medios las hacen los furibistas, los anti-furibistas y los hijos malcriados de los presidentes. Creo que un presidente de la república debería tener una conversación seria con su hijo sobre lo que éste dice en público (especialmente cuando se refiere a un fallo de la Corte Constitucional) y debería trazar una línea clara e indiscutible entre los comunicados oficiales de gobierno y las tuitádas. Pero eso es solo lo que yo creo, y todo el mundo (para la prueba Twitter) tiene derecho a una opinión. Lo que está claro es que aquí todavía no empezamos a usar las redes sociales con responsabilidad (este tema fué tratado por Camilo Andrés García en una columna reciente) y que en este país del sagrado corazón siempre estamos prestos a celebrar las andanzas de los primeros damitos.

Hay que agregar, además, que esta red social creó (como si las tuitádas de las celebridades que ya lo eran antes de Twitter no bastaran) sus propias celebridades. Tenemos a una ensayista que se ha hecho famosa (algunos dirían infame) por la agudeza de sus textos pero principalmente porque habla de sí misma en demasía, responde preguntas de sus -seguidores- con frases provocadoras y ya nadie aguanta su ego.Tenemos consultores de medios, mucrackers y un montón de cibercelebrités que se han convertido para bien o para mal en verdaderos líderes de opinión.

Pero no todo en Twitter es una tuitáda. Es cierto que el grueso de los usuarios de Twitter parece pertenecer a una generación de adolescentes que fue víctima de bullying escolar y que ahora quiere vengarse del mundo conformando un ejército de bullies informáticos. Es innegable que hay gente que tuitéa cada cinco segundos como bajo la premisa de que al mundo le interesa qué tal estaba su almuerzo o como le fué en la última escala en el baño, pero también es cierto que esta nueva red social ofrece la posibilidad de recibir, en vivo y en una sola ventana, los titulares de las publicaciones más importantes del mundo y que esa simple posibilidad la convierte en una herramienta muy valiosa para asiduos lectores de prensa y revistas. A través de Twitter se puede acceder a titulares en vivo de casi todos los diarios Colombianos y de publicaciones tan importantes como The New York Times, Wired y Time Magazine. 

Esta última, a propósito, publicó recientemente un listado de 140 feeds en Twitter que vale la pena seguir. Y aunque el listado es controversial porque incluye a Taylor Swift, a Justin Bieber y a otro par de celebridades adolescentes que tuitéan para las quinceañeras, también incluye las @s de gente e instituciones muy interesantes. 

El especial de Time lista usuarios de Twitter en varias categorías que incluyen comediantes, líderes de opinión, escritores de culto y hasta personajes de ficción como Tracy Jordan, Homero Simpson y una hilarante versión ebria de Hulk. Alguna de esta gente que usa Twitter con gracia comparte sus columnas más recientes, comentarios realmente agudos, artículos interesantes y otros contenidos relevantes, al punto de que no es tan grave que lo consideren a uno "su seguidor".

Twitter es entonces todas las anteriores: una especie de religión, un lugar propicio para los insultos, un sitio en el que se comparten contenidos multimedia y artículos interesantes, una forma muy conveniente de mantenerse -enterado- y uno de esos gustos adquiridos cuyo atractivo es (en parte) el morbo que produce la ilusión de poder seguir la vida de alguién, en vivo y en directo, trino a trino. Y es que hay algo de placer pecaminoso en compartir, minuto a minuto, como en un incesante monólogo, lo que a uno le acontece, pero el morbo radica primordialmente en leer calladamente la vida de los otros. 

Tal vez sea necesario crear una especie de netiquette solo para Twitter, pero supongo que eso no debería sorprendernos. Esta red social no es tan diferente a la vida real después de todo, y aunque le permite a la gente dejar constancia de su valentía, de su constante ser cool, también prueba y deja por escrito, con el ciberespacio como testigo, que vivimos en una época en la que todos creemos tener una opinión, y que estamos dispuestos a insultar para hacerla valer.

Alex de la Iglesia hacía, algunos días atrás (desde su cuenta de Twitter naturalmente) una interesantísima anotación sobre estos tiempos en los que la lejanía de los teclados propicia falsas valentías, alimenta rebeldías superchic y patrocina descortesías que pasan sin ser castigadas. Decía: 




No podría estar más de acuerdo.

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