jueves, noviembre 27, 2008

!Desviaron El Vuelo! Viacrucis de Mi Secuestro

"Íbamos de sur a norte, de Neiva a Bogotá, y el avión hizo el viraje de norte a sur, de Neiva hacia el sur del Departamento, hacia el sur del País. Le dije a Álvaro Macías: "Desviaron el vuelo".
Jorge Elías Guebelly, Jorge Eduardo Gechem




Enfrentamos una larga racha de libros que cuentan historias sobre los vejámenes y torturas que sufrieron las personas secuestradas por Las FARC; casi todos los plagiados que recuperan la libertad deciden que vale la pena contar su historia en un libro y entonces escriben unas cuantas cosas o le venden sus memorias al mejor postor para que éste las convierta en uno de esos libracos sin alma que publican hasta las editoriales más respetables para aprovecharse del morbo de la gente, de la tendencia generalizada a escudriñar en todas las penurias por las que tuvieron que pasar los secuestrados. Rondan por ahí en las estanterías de las librerías y se venden como pan caliente, entre otras, las memorias del secuestro de Luis Eladio Pérez, las de Frank Pinchao y están en camino las del excanciller Fernando Araújo (recordado por el escándalo de Chambacú) y muy seguramente las de esa nueva Ingrid Betancourt Afrancesada y New Age que vemos en la televisión.

Recordando un párrafo de Asumpta Camps sobre la obra de Primo Levi, Antonio García Ángel usó la expresión cuadernos del dolor para referirse al genero que engloba a este tipo de literatura basura. No podría imaginar un apelativo más apropiado; eso es precisamente lo que son esos libros: cuadernos en los que se consignan esbozos más o menos acertados del retrato del dolor que produce el secuestro. No es sorprendente que se vendan como pan caliente entonces, porque es claro que la gente paga sin escatimar un centavo por la posibilidad de dar un vistazo al dolor ajeno.

Nada excusa, a mi juicio, la proliferación de esta entretención barata y morbosa disfrazada de literatura, pero no puedo hacer mucho al respecto. Lo que me ocupa es, a propósito, el libro que contiene las memorias del secuestro del exsenador Huilense Jorge Eduardo Gechem, que no solo se limita a narrarnos con pelos y señales los pormenores del secuestro del excongresista (que incluye el secuestro de un avión y es digno de una película de Hollywood) , sino que además nos presenta un concienzudo análisis (Alerta de Subjetividad: yo participé en su elaboración) sobre la problemática del secuestro en Colombia, una tipología de ese fenómeno y unas precisiones académicas sobre las posibles causas estructurales del secuestro en nuestro país.
La primera parte es una crónica pulcra y de lectura fácil escrita por Jorge Elías Guebelly, doctor en literatura de la Sorbona, en la que no se ahonda mucho en detalles morbosos y se logra mantener la tentación -amarillista- a raya. Terminada la crónica, el exrector de la Universidad Nacional Ricardo Mosquera Mesa, propone unas posibles causas estructurales para la problemática del secuestro en Colombia, recorriendo la historia de ese terrible flagelo en nuestro país y dando un vistazo a los acontecimientos y a las posibles equivocaciones históricas que hicieron del secuestro una práctica reiterada por parte de los grupos armados.
El diseño de la portada es atroz y la edición es muy mala, pero este libro es diferente porque no solo se limita a ofrecernos un nuevo relato doloroso sobre la vida en el monte y sobre las torturas de la guerrilla; de esos relatos ya hay muchos que se convirtieron en libro y todos se parecen: El secuestrado era un soldado o un político, lo secuestran, lo separan de su familia por mucho tiempo, el secuestrado sufre muchísimo, no come bien, se mantiene al borde de la muerte, se contagia de enfermedades tropicales y etcétera. Una vez leído el primero, uno se ha leído todos, porque la crueldad de la guerrilla es siempre la misma y porque los periodistas que escriben estas crónicas tienen claro que deben hacer hincapié en los detalles escabrosos para vender bien el libro.
Decía que Desviaron el vuelo es diferente porque al final, cuando usted se lo haya terminado sentirá que habrá leído algo más que unas memorias lastimeras y llenas de resentimiento. Aunque usted no sea un lector habitual de prensa amarillista ni se sienta atraído por las crónicas del dolor, no verá su tiempo desperdiciado con más páginas empapadas de sangre, sudor y lagrimas; también habrá logrado dar por lo menos un paso más hacia el entendimiento del conflicto Colombiano y habrá obtenido uno o dos nuevos elementos de juicio para irse formando un criterio propio sobre la discusión entre los detractores y los promotores del llamado intercambio o canje humanitario.

Valga señalar que, durante el lanzamiento en la Casa de Nariño, el presidente Álvaro Uribe (Quien escribió el prólogo) reiteró en presencia de Luis Eladio, Pinchao y otros secuestrados, su posición negativa hacia la posibilidad del intercambio en las condiciones propuestas por la guerrilla. Estamos ganando la guerra dijo -déjenme la tareíta de rescatar a los secuestrados a mi-. Saliendo de la casa presidencial, Luis Eladio se acercó a un grupo de asistentes al lanzamiento y espetó algo como: -Lo mismo de siempre, está claro que este gobierno no está dispuesto a dialogar.

Valdría la pena preguntarse entonces: ¿Intercambiar un senador o un policía por dos guerilleros presos es una forma de diálogo? ¿Qué hacemos con esa idea Kantiana que predica que el ser humano es un fin en si mismo y no un medio para conseguir un fin?
¿Si aceptamos el intercambio no estaríamos incentivando el secuestro, diciéndole a la guerrilla que éste es una forma legítima y muy efectiva de lucha?

Todos esos interrogantes, muy pertinentes, se siembran en nuestras cabezas después de una lectura cuidadosa del libro de Mosquera Mesa y Guebelly.


5 comentarios:

  1. Muy buen análisis en la diferenciación de un libro que cuenta con profundidad y norte.

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  2. Más allá del análisis socio-político o jurídico, sobre los antecedentes del flagelo del secuestro en Colombia o de las implicaciones que podría traer un acuerdo humanitario, pienso que lo relevante es que existe un número importante de compatriotas pudriéndose en la selva los cuales llevan 10 o más años siendo víctimas de unos seres inhumanos, si el negocio fuera, intercambiarlos en una promoción de 2X1 o 3X1, sería perfecto, mandar 2 o 3 delincuentes a la selva por el renacimiento de un colombiano, el derecho a una vida digna debe prevalecer sobre cualquier consideración, el secuestro es un delito per se, acceder a un intercambio más allá de legitimar el delito vuelve al estado víctima del flagelo, es decir, si a una mamá le secuestran a un hijo y ella paga por su rescate, quien se atrevería a señalarla como patrocinadora del secuestro, si bien es cierto, alienta a los delincuentes a seguir secuestrando, también es cierto que es preferible un hijo vivo que un acto heroico casi divino, en el cual esta madre renuncie a su hijo, basada en el principio de que el bien general prima sobre el particular, ¿esta es la solución?, pienso que NO, el problema es de la incapacidad del estado para garantizar la seguridad sus ciudadanos y mientras no haya una política clara en este sentido, considero innecesario hacer más sacrificios de los que ya muchos han hecho. En conclusión no estoy de acuerdo con abrir las puertas al dialogo a las FARC, no hay antecedentes que den una luz a un intercambio honesto, por ahora el único camino es seguir corrompiendo a sus miembros ofreciéndoles plata e indulto por los secuestrados.

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  3. LOL. Cierto es.
    Yo no le pediría a una madre que sacrificara a su hijo poniéndole del otro lado de la balanza una cierta idea de -bien general-. Esa opción, si uno lo piensa con cuidado, tambien reñiría con la idea Kantiana de que el hombre es un fin en si mismo, pues se estaría instrumentalizando a las personas secuestradas para conseguir un fin que se plantea como un gran -bien-: Neutralizar la capacidad de negociación de la guerrilla.
    Lo que me parece realmente risible es que la frase con la que Uribe le hace el quite a la gente que pide a gritos el intercambio se hace mucho más aguda en este contexto. En este caso no son las madres las que deciden sacrifican a sus hijos por un bien general, sino el presidente, quien está llamado a proteger esa idea de -bienestar general- y quien no se cansa de pedirles que "Le dejen esa tareíta a él".
    A mi me parece una vaina complicada. Supongo que en esa posición mandaría al bien general, al presidente y a sus tareítas pal' carajo.

    Un saludo.

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  4. Tienes el libro para que me lo des?

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  5. LOL. Estoy recibiendo esa pregunta con mucha frecuencia.

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